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El contexto

Australia ha estado preparando un paquete regulatorio en que obliga a Google y Facebook a pagar muchísimo dinero a medios de comunicación locales como una suerte de derecho a desplegar enlaces de contenido provisto por estos medios en sus apps y sitios varios.

En este esquema se fuerza a Google y Facebook a un sistema de arbitraje obligatorio donde, en caso de no llegar a acuerdo, cada parte indica al árbitro su oferta final y el árbitro escoge el que considera mejor, sin poder mediar entre las partes. Obviamente Google y Facebook no están de acuerdo, entre otras razones, porque entrega un incentivo perverso para que los medios pongan el precio que quieran y ganen el arbitraje.

En mitad de la disputa, Facebook amenazó con restringir agresivamente el contenido australiano en el newsfeed. Google se movió rápido para llegar a un acuerdo con grandes publishers y poder seguir operando, probablemente ante la amenaza de potencial competencia. Sin ir más lejos, y sin mediar provocación, Microsoft se mostró obviamente interesantísimo en llegar a cualquier tipo de acuerdo.

El asunto ha escalado fuera de Australia. En Chile, el senador Girardi vio que esto tenía que ver con esas malignas plataformas tecnológicas colonizando el ciberespacio y, presto, anunció un proyecto de ley para que “paguen por datos y contenidos”. 🤔

No es una lucha del bien contra el mal. Sólo una mala política pública

Durante estos días, la situación en Australia ha sido mirada como una forma novedosa de disminuir el poder y quitarles una tajada a las ganancias de estas enormes empresas tecnológicas y, de pasada, salvar al periodismo y a la democracia. Pero, como suele pasar, el diablo está en los detalles y no en el titular.

Ilustrar el debate entre una lucha entre gigantes tecnológicos versus “medios locales” es, cuando menos, inexacta. No es casual que el principal promotor de estas reglas sea el magnate Rupert Murdoch (dueño de News Corp, el principal implicado en las negociaciones con las plataformas tecnológicas y dueño de cerca del 60% del mercado de periódicos en el país); y que los medios más pequeños del ecosistema australiano quedan fuera de las reglas de la propuesta legislativa.

Si bien el problema al que apunta la regulación es real (sí, hay concentración en el mercado de publicidad online; sí, los medios están en crisis; sí, es necesaria mejor regulación), de ello no se deduce automáticamente que la solución propuesta sea la ideal.

Inyectándole plata a un modelo fallido no lo transformará en exitoso

El periodismo está en crisis, indudablemente. Y probablemente más de algún rol habrá tenido en ello la masificación de estas tecnologías digitales sobre las que triunfan (?) Facebook y Google.

Pero aun asumiendo por un momento que la propuesta australiana es la correcta, me parece que sigue quedando sin responder la pregunta de fondo, que es cómo esta una propuesta beneficiará efectivamente al periodismo local. O, dicho de otra forma, cómo es que esta propuesta es la mejor manera que se nos ocurre para resolver el problema real de financiar a los medios de comunicación en los tiempos que corren.

El mercado de medios australiano es uno de los más concentrados del mundo (como se ve, Chile anda cerca). Inyectarle más dinero a los pocos actores que concentran la propiedad de los medios de comunicación no va a desconcentrar el mercado, no va a generar ningún incentivo para la creación de más medios ni menos va a convertir un modelo actualmente fallido o en crisis, en uno exitoso.

Tal como ácidamente apunta Mike Masnick:

Make no mistake about this: this is the Australian government, at the behest of a bunch of legacy media companies that failed to adapt to the internet, now taxing Google and Facebook for sending media companies free internet traffic that those companies don’t know how to monetize.

Quizás habría que partir por mejorar las condiciones de trabajo de los trabajadores de la prensa y crear medios públicos

Por último, si creemos que hay asuntos que son vitales para la democracia (como un ecosistema diverso de medios de comunicación), ¿Por qué la fórmula que se nos ocurre para lograrlo es confiando en que los gigantes tecnológicos del momento -que, por lo demás, mañana pueden desaparecer- lleguen a acuerdos comerciales con los imperios mediáticos dominantes actualmente (como News Corp)?

Si estamos de acuerdo en la premisa y el problema, quizás una aproximación menos afiebrada sea reconocer y tratar de mejorar la precariedad actual de las condiciones de trabajo de los profesionales de la prensa. Por otro lado, que sea el Estado quien se haga cargo de estos asuntos vitales para la democracia y, entre todos, diseñemos un modelo de medios públicos, sin fines de lucro, que no dependan del actor dominante de turno ni de sus modelos de negocios.

Pero casi siempre es más fácil esconder la cabeza en la tierra y dar palos de ciegos al muñeco que genera más aplausos.

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